Sobre algunos puentes de los inicios del hormigón armado ya ha tratado este blog aquí y aquí. Hoy hablaremos de dos grandes ingenieros, Freyssinet y Fernández Ordóñez y del puente del Boutiron. La historia de la técnica nos muestra que son muchos pequeños pasos –y no todos ni siempre hacia adelante– los que acaban produciendo los avances. Pese a ello, son algunos hitos los que acaban quedando como hechos significativos y referencias para la posteridad. Es lo que sucede con el puente de Boutiron (que salva el río Allier, rozando Vichy, entre Charmeil y Creuzier-le-vieux, Francia, en el punto 46.153665, 3.409764) proyectado por Eugene Freyssinet (1869-1962) y construido entre 1907 y 1911 a continuación del de Veurdre, también en el Allier, desaparecido en la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que el de Veurdre, el de Boutiron, es un puente de hormigón armado formado por tres arcos triarticulados muy rebajados a 1/15 de la luz, con luces de 67.50 m – 72.50 m – 62.50 m. Freyssinet incorpora en él las enseñanzas aprendidas durante la construcción del primero que sufrió nada más finalizarse fuertes deformaciones con riesgo de ruina. Tanto esta experiencia como la obtenida durante 1907 y 1908 en la realización de un arco de ensayo de 50 metros de luz en Moulins, con un tirante de hormigón precomprimido entre los estribos, fueron fundamentales en la evolución del pensamiento del joven ingeniero. Con la construcción de estos puentes, se ponen en cuestión los principios vigentes en la legislación francesa de 1906 y comienza a tomar forma la idea del pretensado, iniciada en 1903 y culminada con la patente en 1928. La técnica del hormigón pretensado que hoy, ya generalizada, nos resulta familiar supuso un antes y un después en la construcción de puentes y otras estructuras edificatorias.
El ingeniero de caminos, canales y puertos y catedrático de Historia y Estética de la Ingeniería en la Escuela de Caminos de Madrid José Antonio Fernández Ordóñez (Madrid, 1933-2000) nos ha legado el mejor libro sobre la figura y la obra del ingeniero francés editado en 1978 con el título Eugene Freyssinet y reeditado recientemente por Cinter en 2022. Tiempo habrá de regresar a esta magnífica publicación y de volver a hablar del puente de Boutiron (que he podido visitar en dos ocasiones, una reciente) pero ahora se trata de comentar un hecho interesante y ya algo olvidado.
La relectura del texto, en el que Fernández Ordóñez dice que las características del puente «no podrán nunca igualarse dado el carácter cada vez más conservador de los reglamentos» me ha hecho recordar algunas de las clases de un curso de verano dirigido a estudiantes de Bellas Artes o de Historia del Arte que el ingeniero impartió en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander ¿en los años noventa? y a las que asistí. Insistía en esta misma idea del constreñimiento que la cada vez más abundante normativa suponía para el ejercicio de creación del ingeniero, que se veía así muy limitado para asumir riesgos. Con una inteligente ironía que los alumnos celebraban realizaba algunas afirmaciones que no reproduciré aquí. Recuerdo también que en aquel ambiente tan alejado de sus clases de la Escuela, los excepcionales oyentes lograban aprehender la esencia del pretensado explicada con admirable sencillez manejando unas cuantas tizas.
Lean ustedes a Fernández Ordóñez y aprecien a Freyssinet y su puente del Boutiron sobre el Allier.
PUENTE DE BOUTIRON (VICHY)
Cerca de Vichy, es el único existente en pie de la serie de los tres bellísimos puentes de hormigón armado sobre el rio Allier, propuestos en 1907 por el constructor Mercier por el precio cerrado de sólo el puente del Veurdre –proyectado por la Administración con una solución convencional de mampostería-, con la única condición de que se realizasen bajo la dirección y el proyecto de Freyssinet.
Consta de tres bóvedas triangulares con luces de 72,50 m. la central y 67,50 m. las laterales, con rebajamientos muy fuertes de 1/15 y 1/16. La losa del tablero, aligerada por casetones en rincón de claustro, se une a las bóvedas por medio de tímpanos triangulares. Las pilas, muy ligeras, se calculan para resistir únicamente las diferencias de los empujes debidos a las sobrecargas. El peso total, incluyendo las barandillas, es de 1.200 Kg./m2 y la cuantía del acero de 30 Kg/m2, cifras increíblemente reducidas para estas luces y que no podrán nunca igualarse dado el carácter cada vez más conservador de los reglamentos.
Con estos puentes, Freyssinet pasó repentinamente de ser un desconocido ingeniero provinciano a obtener el premio Cameré, uno de los más importantes de Francia. El original descimbramiento por gatos y el nunca visto ajuste final de las bóvedas fue presenciado por los celebres ingenieros Rabut y Mesnager, acompañados de los alumnos de la Escuela de Puentes y Caminos.
Tanto el Veurdre como Boutiron fueron para el joven Freyssinet “prueba de una audacia llevada hasta el desprecio de los más grandes riesgos” quien, ya anciano, escribiría: “de 1907 a 1991 el puente de Veurdre había ocupado mi pensamiento continuamente. Lo he amado más que a ningún otro de mis puentes. Y de todos los que la guerra ha destruido, es el único cuya ruina me ha causado una verdadera pesadumbre”