El pasado domingo 12 de mayo falleció el ingeniero de caminos, canales y puertos Don Javier Manterola Armisén. La mejor manera de recordarlo es traer aquí una de sus mejores obras: el puente de Euskalduna.
«Por los puentes de Zamora, sola y lenta, iba mi alma. No por el puente de hierro, el de piedra es el que amaba.» escribió Blas de Otero. Amamos los puentes por los que transitamos. Acaban formando parte, consciente o inconscientemente, de nuestros paisajes vitales y quedan incorporados a nuestra memoria para siempre. Durante mis primeros años en Bilbao, años en los que conocí y leí la poesía de Blas de Otero o de Gabriel Celaya, el puente que me conducía desde el Casco Viejo hasta Abando era siempre el del Arenal; la ría separaba mi casa de mi trabajo (la ría y el puente los tenía tras las ventanas) y, por fortuna, cuando no había visitas de obra previstas el trayecto podía hacerlo andando y disfrutando del recorrido. Yo no recuerdo aquella ciudad gris de la que tanto se habla ahora, sino una ciudad seria y de fuerte personalidad que me había impresionado desde el primer día. Todos los días laborables y muchos festivos tenía pues ante mis ojos el teatro Arriaga del laredano Rucoba, el edificio de La Equitativa de Galíndez o las naves y la fantástica chimenea de la Compañía de Maderas de Ibarreche, aunque quizás no fuera del todo consciente de mi suerte en aquellos primeros momentos. Y el puente del Arenal.
Mas tarde, el destino me alejó algunos centenares de metros sin dejar la Margen Derecha. Distintas ventanas desde las que asomarse a la misma ría de siempre. ¡Qué sería de Bilbao sin su ría y qué sería de mí sin la ría de Bilbao! Y sin sus puentes. De nuevo andando hasta Abando, ahora por el puente de Deusto. Y de nuevo ría y puente ante mi vista alegrando mis días al otro lado de los cristales. He visto al puente abrir y cerrar sus hojas tantas veces, lo he visto envejecer con tanta dignidad, que no creo que pueda perdonar nunca a quienes le han quitado la vida.
Entre el puente de Deusto y el Abra, entre Bilbao y la mar no había ya posibilidad de cruzar las aguas andando, a lo sumo uno podía subirse a la barquilla del puente Vizcaya y dejarse llevar. Entonces llegó «Bilbao Ría 2000» y llegó también Manterola (que había finalizado en 1992 su pasarela de Plentzia) recogiendo un encargo nada sencillo. Los puentes urbanos casi siempre están muy condicionados por el urbanismo existente, no es posible como en los trazados de carreteras elegir el punto en el que se cruzará el río. En la ciudad consolidada el lugar y en muchas ocasiones la planta o el gálibo ya están definidos en el encargo. En Abando, a una cota más elevada, el edificio de las oficinas de la Compañía Euskalduna habría de ser respetado por la nueva vialidad. En Deusto, a una cota más baja, el puente habría de descender y situarse paralelo a la ría. Porque era ahí, 600 metros aguas abajo del puente de Deusto, donde el nuevo puente de Bilbao habría de levantarse.
Todo el complejo proceso que rodeó la concepción y construcción del puente sucedió en poco tiempo: la ciudad tenía prisa. El miércoles 19 de mayo de 1993 fue un día importante para Bilbao pues ese día se firmó el convenio para la puesta en marcha de la «Operación Abandoibarra-variante sur» por las Administraciones que el 19 de noviembre de 1992 habían constituido la sociedad «Bilbao Ría 2000», con el objetivo de realizar actuaciones concertadas en el área metropolitana de Bilbao. Según lo pactado en el convenio, la Diputación Foral de Bizkaia (DFB) se comprometía a construir el nuevo puente de Euskalduna. Se realizó un concurso restringido entre tres ingenierías que ganó Carlos Fernandez Casado, S. L., los presupuestos forales de 1994 recogieron el compromiso de inversión y en marzo de ese año se anunciaba la aprobación del proyecto y el comienzo próximo de las obras que se esperaba finalizar en 1995. El puente no sería inaugurado, sin embargo, hasta el 18 de abril de 1997.
Manterola planteó cuatro alternativas antes de tomar la decisión definitiva. Los cambios más significativos con respecto al anteproyecto de la DFB fueron la disposición de una única acera de 10 metros aguas arriba y la incorporación de la marquesina. El puente de Euskalduna está formado por un dintel curvo en planta, constituido por tres vanos de 75.4 + 113 + 75,4 m y radio en planta de 120 m. La anchura total del puente es de 27,5 m dividido en dos zonas: la primera ocupada por los peatones y ciclistas tiene 10 m de anchura; la segunda, destinada al tráfico de vehículos, tiene 16 m de anchura. La celosía separa ambas zonas.
La mayor dificultad planteada por un puente tan complejo de planta curva y alzado en descenso, estuvo en la resolución de los problemas de torsión. Manterola explicaba que «La torsión y su comprensión me han ocupado bastante tiempo. A fin de cuentas es la presencia de la asimetría en la estructura, desde la asimetría de las solicitaciones a la asimetría de la configuración estructural. Euskalduna es el desideratum de la asimetría, un problema funcional, la cubrición de los peatones y un problema resistente viga en “Z” asimétrica se conjugan en un puente del que estoy bastante satisfecho». La viga en Z que se forma por la celosía superior, la celosía principal inclinada y la viga-cajón inferior constituye el elemento esencial del puente, como se aprecia en la sección. Así lo explicaba Octavio Domosti en JotDown «Y no solo eso: la sección resistente es en realidad una Z, donde la techumbre de la zona peatonal tiene una importantísima función estructural, ya que, sin ella, el puente no se sostendría. Los usos están separados por la celosía (a un lado la calzada, a otro la zona de peatones y bicicletas) y cubiertos por el ala superior de la Z, creando un área estancial y de contemplación de la ría y la moderna área de Abandoibarra. La forma resistente al servicio de los usuarios». La celosía espacial en curva e inclinada es el elemento más arriesgado innovador y definitorio del puente. Y un acierto pleno como nos recuerda el también ingeniero de caminos Carlos Polimón Olabarrieta, estudioso y conocedor de la obra de Manterola.
Es cierto que el revestimiento con lamas de la parte inferior de la cubierta oculta a la vista la estructura triangular contribuyendo a que percibamos la acera no como la calle, sino como un «interior» protegido, pero en mi opinión si no se hubiese ocultado la percepción del funcionamiento estructural del puente habría sido más evidente. El propio Manterola manifestaba sus dudas «No sé si me equivoqué en tapar los “huesos” de la cubierta que además participan del mecanismo longitudinal del puente».
El ingeniero y profesor emérito de la Escuela de Caminos de Madrid, Miguel Aguiló ha escrito: «El puente de Euskalduna hace realidad aquel principio de perfección enunciado por Alberti: en la obra bien concebida, nada puede agregarse, quitarse o modificarse sin dañar el conjunto. Pero, además, el puente no se limita a sí mismo: se inserta bien en la ciudad, y la gente lo usa y lo aprecia».
Al puente de Euskalduna le tengo una doble estima. Porque, como antes el del Arenal y el de Deusto, lo transito a menudo desde hace 27 años, pero también porque a este lo he visto gestarse y materializarse día a día, lo he visto crecer y evolucionar, lo he visto moverse en el vientre de la urbe. También es un puente que me ha causado pesares y lo diré ahora, pesares ajenos al sabio hacer de Don Javier Manterola y que tienen que ver con la decisión municipal y portuaria de limitar el gálibo de un modo tal que la navegación general quedase interrumpida al llegar al antiguo astillero (el gálibo medio NMMB actual es de 10,22 m). Y pesar también por la decisión de no renovar tras la finalización del puente la concesión a la cervecera, una institución que me dio muchas horas felices y animadas de disfrute frente a la lámina de agua y bajo los tilos centenarios que ordenara plantar Don Evaristo de Churruca, otro grande de la ingeniería injustamente tratado por mi ciudad.
El puente de Euskalduna lo paseo por arriba y por abajo, como debe hacerse para disfrutar de los puentes. Por abajo, es el puente que menos se impone a quien transita por las orillas y ello se debe sobre todo a lo estricto de sus apoyos, tan solo dos pilas con fustes cilíndricos de 2,4 m y 1,6 m de diámetro en cada margen. Por arriba, la marquesina que cubre la amplia acera (sobre la que el ingeniero de caminos Javier Rui-Wamba escribió «El puente Euskalduna en el que los peatones pueden caminar bajo palio») hace amable el paseo en cualquier circunstancia.
La construcción del puente de Euskalduna.
Montaje de la estructura metálica.
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Francisco Domouso
Magnífico recuerdo de Javier Manterola!
Joaquín
Muchas gracias, Francisco. He sentido su fallecimiento, pero su puente lo tengo cercano y me queda el recuerdo de su obra.
Javier
Pensar que apenas dos días antes nosotros estuvimos hablando de él. Lo siento mucho. Vigila su puente.
Joaquín
Así es, Javier, hablando de él y de su obra. Lo seguiremos haciendo. El puente, sobre todo, lo utilizaré y disfrutaré.