A mediados del año 1955 vio la luz un pequeño y hermoso libro titulado «Bajo los Puentes» impreso en los talleres de Editorial Vasca, S. A. de Bilbao, aunque sin más referencias. El libro, tras una primera página dirigida «Al lector» justificando la edición, reproducía los textos escritos por el musicólogo y hombre de la cultura Juan Carlos de Gortázar que el pintor Manuel Losada leía en el Kurding Club del Bilbao finisecular. Los textos acompañaban la proyección de siluetas de los puentes entonces existentes y de los ya desaparecidos, que habían dibujado el propio Losada y el también pintor Adolfo Guiard. En la contraportada de la publicación podía leerse impreso sobre un dibujo del Puente Vizcaya: Bilbao 1901-1951.
Para la ocasión de esta edición las siluetas ya desaparecidas habían sido sustituidas por precisos y delicados dibujos del arquitecto Manuel Mª. Simth. Además, en una segunda parte, el libro acogía representaciones de los nuevos puentes, también realizadas por Smith, acompañadas de textos que posiblemente habían sido redactados por el hermano menor de Juan Carlos de Gortázar, Ignacio, ya que su nombre figura en la portada del libro.
Lo más probable, en mi opinión, es que la edición fuera realizada por la familia Gortázar, dada la ausencia de referencias a alguna casa editorial. Además, en los años noventa del siglo pasado, un importante número de ejemplares, tanto de la tirada en rústica como de la encuadernada en pasta dura y con sobrecubierta, se pusieron a la venta en uno de aquellos rastrillos navideños que damas de Bilbao y Getxo organizaban. Propuse entonces su adquisición al Colegio de Aparejadores de Bizkaia que los distribuyó entre los colegiados.
El último de los puentes incluido en las proyecciones del Kurding era precisamente el «Puente Vizcaya». A continuación se reproduce parte del texto introductorio del libro y los versos escritos por Gortázar a finales del siglo XIX, junto al dibujo de Smith. Asímismo se incluye la contraportada con la inscripción impresa sobre el dibujo del Puente Vizcaya: Bilbao 1901-1951.
No es ocioso dejar constancia una vez más de los nombres del arquitecto Alberto de Palacio y Elisague y el ingeniero Ferdinand Arnodin, que nos legaron este valioso patrimonio.
BAJO LOS PUENTES
AL LECTOR
Allá por los últimos años del vilipendiado siglo XIX, se reunían en el famoso «Kurding Club», los bilbaínos más destacados por su amor a las artes y por una finura espiritual que el nombre por el que fue conocida aquella simpática sociedad no podía hacer sospechar a quienes no les conocieran. En el salón del «Kurding» organizaban fiestas del mejor gusto para obsequiar a las familias de los socios.
Una de aquellas consistió en la proyección de siluetas que representaban los puentes todos de nuestra ría, los pretéritos, los presentes (entonces), y hasta los futuros, pues se exhibía y comentaba el proyecto de uno, —EL PUENTE DE LA SENDEJA—, que no llegó a ser construido. Este proyecto había provocado en el pueblo interminables y enconadas discusiones, a las que no fueron ajenos, por cierto, algunos de los socios del «Kurding».
El mejor elogio que puede hacerse de las siluetas de los puentes, es decir que fueron dibujadas por Adolfo Guiard y por Manuel Losada.
Este, lector maravilloso, recitaba la historia de los puentes, versificada por Juan Carlos de Gortázar, siguiendo su aparición en la pantalla. La voz, cálida y grave del pintor, oída en la oscuridad, completaba el encanto de la poética evocación.
Años después, desaparecido ya el «Kurding», los que sobrevivieron a la bilbainísima sociedad en el famoso y benemérito «Cuartito», quisieron reavivar el recuerdo de las cosas que se van y, dejando cerrado el piano por unos días, rehicieron las siluetas y repitieron su exhibición en otro clásico escenario, en el «Club de Regatas», —al que no remordía la conciencia de haber organizado ni presenciado una sola—, situado encima de la no menos clásica «Pastelería del Suizzo».
Más tarde volvió Losada a leer la historia de los puentes en otro de los domicilios qué tuvo el errante «Cuartito» y, una vez más, en el «Club Marítimo del Abra». Esta fue la última. Las siluetas desaparecieron entonces, quedando solamente la historia rimada que ahora se reproduce para solaz de los viejos y enseñanza de los jóvenes bilbaínos. Estas siluetas han sido sustituidas por los dibujos que, con el mayor acierto, ha trazado el lápiz elegante y siempre bien documentado de Manuel M.a de Smith, incondicionalmente dispuesto en todo momento a colaborar en cuanto se haga para conservar nuestros viejos tesoros sentimentales.
Terminamos este preámbulo rogando al lector no olvide que «BAJO LOS PUENTES», nació en el «Kurding» hace más de medio siglo. Al ambiente de aquellos años ha de acomodar su espíritu para apreciar debidamente la intención y el acierto del autor.
EL PUENTE VIZCAYA
Es el puente… El coloso rectilíneo,
orgullo también hoy de los bilbaínos
mas no orgullo que nutre la belleza
sino que se alimenta cíe tamaño.
Puente provocador de oleografías,
ornamento común de calendarios
que a toda alegoría de la industria
ha de prestar inevitable marco.
Con humilde mirada de pigmeos
miradle, mientras él, desde lo alto,
desdeñoso contempla cómo pasan
entre sus piernas férreas, los barcos…
¿Lo admirasteis bastante? Pues marchemos,
que la chanela hay que volver a su amo.
Ella ganar su fondeadero ansia
y nosotros también, a qué negarlo…
(A oscuras)
Esta noche serena
abre a la fantasía sus espacios,
y en este viaje de feliz retorno,
en lucha con el tiempo, imaginamos
que al remontar el curso de las aguas
remontamos el curso de los años.
Por eso, cuando ahora
pasemos otra vez bajo los arcos
de los puentes actuales y pretéritos,
los que no existen ya sean acaso
los que hayan de ofrecer a nuestros ojos
más certera visión» Al fulgor claro,
de la luna parece que desciende
sobre la Villa entera, como un manto
de ancianidad. Este silencio augusto,
este silencio grato,
es el de otras edades sosegadas,
silencio que las narrias no turbaron.
Y cuando a aquél lugar de que partimos
nos vamos acercando,
recórtase en el cielo la Giralda
y agita su oriflama cual heraldo
de tradición, y en torno nos parece
que vemos renacer todo el pasado.
Remontemos el tiempo,
remontemos el río hasta los Caños,
que allí el Pasado aguarda, que es refugio
del dolor de vivir, tibio regazo
de la ilusión, fanal de poesía,
nido de los ensueños………
……………. mas reparo
que me pongo muy cursi. Buenas noches.
«Colorín colorao…», y hasta otro rato.
ARCHIVO: Entradas anteriores sobre Alberto de Palacio y el Puente Vizcaya.
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